¡Paraíso! V.2

Los hecho que sucedían ese día no tenían ninguna lógica, al meno para mi ya que me había perdido los momentos donde las situaciones cambiaban de forma inesperada. Esos huesos parlantes, más risueños que lógicos, cambiaban de decisiones de un segundo a otro, provocando un deajuste en la secuencia de sucesos, pero qué más quedaba. Sin entender nada bajé del barco tras Nash y Raven que a pesar de todo se mantenían más cercanos. Apuntaba mis apuesta a que esos dos se traían algo más que compañerismo. Al bajar del barco, le eche una ojeada más para verificar que todo estuviera en orden.

Con la palabras de Bahrhi mi cara que hasta ese momento mantenía un aire natural de aburrimiento, se tornaba de fastidio por la insistencia de mostrar las braga a un sujeto desquiciante. Bufé y rodé los ojos para ponerlos en blanco por un momento. -Primero la historia y luego veré que hacer. - Mencione mientra dejaba caer mi cuerpo en la arena, reposando mi trasero en la aldea y mirando al esqueleto para que contará lo que debía decir.

Al igual que yo Raven realizaba el mismo comentario con respecto a aquella filia del esqueleto por ver nuestras bragas; aquel hombre huesudo no invertía más tiempo para insistir en su propio deseo carnal, o mejor dicho deseo huesudo, por ver aquellas prendas intimas y sin esperar nada más comenzó a contar diversas historias y mitos sobre seres con los que nos encontraríamos en un futuro cercano si seguíamos avanzando hacía donde íbamos; por segundos me parecía tan bizarro lo relatado por él que estuve a punto de ponerme de pie y retirarme sin dar ninguna explicación pero me detenía el hecho de su constitución física que hacía creíble cada palabra que decía.

Quedé sentada sobre la arena meditando un momento las historias fantasiosas que había escuchado en aquellos años de niñez donde no tenía refugio ni familia, por ese momento creía fervientemente en esas voces que hablaban sobre los misterios del mar; y ahora estaba justo en el lugar donde pasaba todo, debía aprovecharlo. Sonreí abiertamente y cuando regresé al mundo vi que Raven apretaba contra su pecho la fruta dada por ese hombre, parecía que quería introducirla a su cuerpo por la piel puesto que la presionaba con tal fuerza como si con ello la conservará lejana de cualquier peligro. Casi enseguida Bahrhi pedía un duelo con el esqueleto, para medir sus habilidades, aunque no lo dijese era obvio.

Me puse de pie y camine hasta el barco, donde me metí a los camarotes buscando el premio anhelado por el cual pugnaba con insistencia Puro hueso, como le había puesto. Encontré lo que buscaba y salí con las manos en la espalda y una sonrisa maliciosa. -Aquí esta lo que se te ha prometido. - Mencione mostrando dos pares de bragas que había encontrado entre las pertenencias de Raven.-Sólo pelea con Bahrhi y te las daremos. - Por supuesto, yo no le iba a dar mi ropa interior a ese sujeto y había optado por usar la ropa de Raven.

Ambos contrincantes se movían a una velocidad propia de aquellos que tienen por arma esas filosas katanas que tan sólo con el más leve e insignificante, para la vista de un simple espectador, movimiento deciden el rumbo de la contienda y con ello las vidas y/o honor de los que se baten en duelo. Por mi parte sólo me mostraba atenta hacía los pasos y acciones de ambos, aunque claro no alcanzaba a divisar con exactitud cada movimiento que realizaba con su cuerpo y su arma; iban demasiado rápido para ver por separado su actuación. Fruncí el ceño al notar mi incapacidad para distinguir con plena capacidad qué consecuencias traerían sus pasos; sólo esperaba que el joven de peinado extravagante y nakama no saliera mal herido de la pelea con un ser que no tenía miedo de perder la vida o alguna extremidad.

Por un momento me distraje cuando noté la presencia de Raven, ella caminaba hacía Nash por lo que sólo me aparté un poco más, sin levantarme, sólo moviéndome hacía un costado con la más absoluta tranquilidad y silencio para que no lo notará ni reclamará por sus bragas, si era que ya las había identificado. Por un momento me sentí ridícula al trasladarme únicamente arrastrando mi trasero, con ayuda de las manos y piernas, por la arena; dejando un camino por el cual había transcurrido mis posaderas.