El sargento Usaki en Mar Abierto

En el cielo azul que mostraba el sol apenas unas horas antes ahora se encontraba totalmente cubierto de una gruesa capa de nubes oscuras y rebosantes de agua en su interior, el viento también se había negado a su calma poco habitual y con su fuerza comenzaba a azotar todo a su paso; la marea fuerte golpeaba el casco de madera de aquel buque donde ahora los marines descansaban tras haber sido curados por las expertas manos de uno de sus compañeros estudiosos de la medicina y el cuerpo humano.

El pelinegro mostraba la sonrisa de triunfo que era una estampa en sus labios, había salido victorioso de su encuentro con aquellos piratas ruanes que si bien habían dado batalla ahora sólo eran un premio que mostrar. Ahora se mostraba el mar abierto y su destino era Loguetown, donde ya saboreaba las recompensas para su cargo que le darían por capturar a esos ladrones del mar. Esta vez descansaba en sus aposentos escuchando el agua caer contra las paredes que lo protegían del viento y la lluvia, pero allá fuera ese hombre que había sido capturado no se daría por vencido tan fácil. sonrío con verdadera malicia y egocentrismo, todos se habían retirado a resguardarse de la pesada lluvia que caía, y él dejo caer de su manga a sus manos una pequeña daga, con la cual fue cortando las cuerdas con las que había sido atado al mástil. -Esto no se quedará así. - Masculló con rabia y fue hasta la puerta por donde se había esfumado Ken.

En su camino había amortajado a otro marine, desprendiendole de sus armas y ropajes. Echó el cuerpo maltratado de ese joven marine al mar, esperando que se hundiera por lo inconsciente que lo había dejado. ¿Cuánto tardarían en darse cuenta que su prisionero había escapado?

La lluvia no dejaba de caer y poco a poco se iba inundando el sitio donde una vez habían retenido al pirata con lazos al mástil, sin embargo ahora yacía sobe el suelo de manera sangrando lentamente mientras las nubes se iban extinguiendo una vez dejado caer el vital liquido sobre la superficie marina. El marine de cabellos negros había hecho gala de su manejo de las armas al desarmar a su contrario con tan sólo unos movimientos, pero también se le debía quitar crédito por el desgaste que había sufrido el cuerpo del pirata, que para esos momentos agonizaba lentamente con los ojos cerrados.
El marine decidió dejarlo por vencido e irse a sus aposentos donde esperaría que concluyera su destino hasta donde le habían indicado, ahí podría deshacerse de la bestia que tenia que cargar en su embarcación.